La absurdez humana no tiene límites.
Y la mía más.
La primera vez que comí de nuestra huerta me produjo incertidumbre:
"¿Lo habremos hecho bien? ¿Estarán en buenas condiciones las lechugas que hemos cultivado? ¿Nos producirán algún tipo de infección? Desde luego, no han pasado por ningún tipo de control... Yo no sé cultivar, y si he hecho algo mal, no me he dado cuenta..podríamos comernos las lechugas y enfermar..."
Increíble, ¿no?
Me sentí tan abochornada conmigo misma...
Lo cierto es que parece que me han metido en la cabeza tanto esa idea de la SEGURIDAD, que aun sabiendo de su inexistencia, he caído en la trampa. La misma trampa de llamar a la policía cuando nos robaron en casa, de pensar que los alumnos pueden estar seguros en todo momento en el instituto o de protestar "decentemente" en la manifestación.
Se llama control. Control policial, control educativo, control social, control de calidad.
Y ese control no sirve para nada. No ayuda en nada. Sólo sirve para sentir mayor inseguridad y por lo tanto, miedo. Y como tenemos miedo lo suplimos con control.
Y es la pescadilla que se muerde la cola.
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